El Padre Frutos llegó a Perú en 1957; lleva 60 años en nuestra patria: es más peruano que muchos sacerdotes peruanos. Llegó muy joven y ha recorrido la sierra de Yauyos de arriba abajo.
Algunas veces, tenía que trepar un cerro rocoso agarrándose a las orejas del caballo. En el libro “Yauyos, una aventura en los Andes”, del Padre Samuel Valero se encuentran muchas anécdotas del P. Frutos y de los primeros sacerdotes de la época de oro.
De joven, ha sido un gran futbolista. El P. Eusebio decía que pudo haber jugado en la selección española. En Yauyos, durante una temporada, dirigió un equipo de fútbol y les llevó a campeonar; pero, eso sí, tenía que sacar a algunos jugadores de las cantinas en la víspera de los partidos. A veces, ha recorrido muchos kilómetros a los pueblos de la sierra para reemplazar a algún sacerdote enfermo; celebraba las Santas Misas el fin de semana, y el lunes ya estaba dando nuevamente clases en Cañete. En Matucana uno puede ver en un Libro de Bautismo muchos bautismos asentados por él, y eso que iba pocos días a ese pueblo.
El 2003, a los 25 años de la primera ordenación sacerdotal, el Padre Eusebio Laguna, comparó al P. Frutos con Josué, la mano derecha del gran patriarca Moisés. Así como Josué hizo pasar del desierto a la tierra prometida al pueblo de Israel, el P. Frutos ha hecho pasar un espíritu bueno desde los primeros sacerdotes y obispo hasta ahora.
El 2007, en las Bodas de Oro de la Prelatura territorial de Yauyos, fue el gran homenajeado porque se ha quedado 50 años entre nosotros. Se celebró también la fidelidad y entrega de los demás sacerdotes, pero él se llevó la gran simpatía. La profesora Rocío Flores le compuso una canción en esa ocasión.
Como buen castellano es sincero y directo en el hablar, y como buen peruano ahora tiene un corazón de madre. Parece que no se emociona fácilmente, al menos no asoman lágrimas a sus ojos en las emociones y penas; pero, en verdad, se preocupa de la salud espiritual y física de los sacerdotes. En un primer momento parece que –las apariencias engañan- fuera un hombre muy duro, pero en el trato, por las bromas, palabras y cariño se nota su corazón sacerdotal. En la confesión te trata con tanto cariño que se parece a Dios y dan ganas de volverse a confesar siempre.
Al error le llama error, y sabe envolverlo con delicadeza. Nos advierte que los sacerdotes peruanos parece que no nos molestáramos, pero, a veces, nos sale “el indio”, y podemos maltratar a nuestros paisanos; también nos advierte que somos buenos pero resentidos, que, a veces, no se nos puede decir fuerte las cosas porque nos sienta mal.
El Padre Frutos ha sabido combinar la fortaleza con el cariño. Sus consejos son acertados por la experiencia abundante que tiene. Se entera de todo lo que pasa en la Prelatura y va siempre a lo esencial. Por eso, muchos fieles le escuchan con agrado en sus prédicas.
Muchos de sus alumnos le recuerdan. Especialmente las señoras que ahora son abuelas le tratan con agradecimiento. ¿Quién no aprecia al P. Frutos? Posee una buena memoria y se acuerda de muchos de los nombres de sus alumnos. A las señoras mayores, de broma, a veces, las llama brujas y a las jóvenes –aunque sean religiosas- las llama, feas. Causa un revuelo general entre ellas, pero le disculpan todo porque lo dice bien, ya que conoce la naturaleza humana.
Dejo de existir el día sábado 04 de febrero del 2017 en el hospital ESSALUD de Cañete.
Fue velado en la Iglesia de Imperial y sepultado en el santuario de Cañete por una multitud y escoltado por los jóvenes sacerdotes de la nueva generación de la prelatura de Yauyos.