Hace algunos meses viene circulando dentro del ambiente literario limeño, “El cazador y el puma”, obra del extinto Sacerdote Manuel J. Gamarra Cortijo, que hace un año se remontó al cielo en la hermana República de Puerto Rico, donde vivió en su refugio involuntario, por haber sido amenazado en el Perú por las hordas de la subversión que desangró el país por espacio de 20 años, exclusiva culpa de nuestros gobernantes de entonces, por hacer oídos sordos al pedido de los pobres campesinos de la región Andina, de los explotados en los socavones de las minas, de los trabajadores manuales e intelectuales y estudiantes en general. Y gobernar para lo ricos como lo están haciendo los sucesivos gobiernos.
Los candidatos gritan a viva voz remediar la pobreza, la miseria, pero tampoco quieren que desaparezca, sino a quién va solicitar votos.
MANUEL JESÚS GAMARRA
El sacerdote Manuel Jesús Gamarra, nació el 18 de enero de 1918, en el distrito de Huangáscar, provincia de Yauyos, departamento de Lima. Sus padres fueron Manuel Jesús Gamarra Rojas y Teófila Cortijo Segovia quienes llegaron a Víñac en la primera década del siglo XX, para después trasladarse a Huangáscar como profesores, donde fijó su domicilio habitual. Fue el cuarto hijo de una familia numerosa, compuesta por once hermanos, dos religiosos. Casi adolescente ingresó al Seminario Santo Toribio de Mogrovejo en Lima, y por problemas del clima se trasladó al Seminario de San Cristóbal de Huamanga, ordenándose de sacerdote el 22 de septiembre de 1944.
La primera misión religiosa lo realizó en el distrito de Pararca, provincia Paucar del Sarasara, departamento de Ayacucho, enclavado en los Andes del Perú. Allí acrisoló el idioma runa simi, a pesar que desde pequeño hablaba el quechua, su lengua materna, porque la zona sur de Yauyos está influenciada por el idioma, costumbres, cultura y folclor del Perú sur andino. Su dominio de este idioma le permitió comunicarse fácilmente con los feligreses.
Después de peregrinar por algún tiempo, se trasladó a la Parroquia “Santiago” de Víñac, atendiendo las iglesias de los pueblos de: Víñac, Huangáscar, Madeán, Apurí, Chocos y Azángaro. Para visitar a los pueblos tuvo que realizar cabalgado en acémilas, por diminutos caminos escabrosos, construidos para que viaje una sola persona con grave peligro de su vida, soportando climas inhóspitos.
Posteriormente fue nombrado Sacerdote de las Parroquias de San Mateo, Pacaraos, Chancay, distrito de Atavillos Altos, de la provincia de Huaral, departamento de Lima, donde su simpatía con sus feligreses fue mayor por su “carácter amistoso, bromista y cordial”, así lo describe el profesor Ángel Guillén Alberti, Director del Colegio Nacional “Túpac Amaru” de Lima Norte a quien le consagró el sacramento del matrimonio.
Después fue nombrado sacerdote de la Parroquia de San Juan Bautista en la provincia de Huaral, donde permaneció 24 años. Con la ayuda de Adveniat y Kirch in Not, entidad alemana, construyó un Centro Pastoral con varios ambientes y sin duda con clara visión de futuro para beneficiar a los grupos de evangelización y de neocatecumenado.
CON MUCHO DOLOR SE DESPIDE DEL PERU
En septiembre de 1991, tuvo que salir del Perú, apremiado por las amenazas de la subversión que sometía y sangraba el país. También los sacerdotes fueron blancos de estas intimidaciones. Antes de abandonar el Perú de sus amores, su último pensamiento fue por la tierra que nació, creció y floreció su espíritu: Huangáscar y toda la zona sur de Yauyos. En ese lugar nacieron sus esperanzas, penas e ilusiones para una Patria mejor. En el Perú no podemos hacer porque estamos dominados por los más poderosos, ellos con su dinero compran conciencias, medios de comunicación y todo para sí. Y la población andina seguirá desangrándose y viviendo en la pobreza e injusticia. Nuestra raza indómita no se dejó avasallar en más de 300 años por españoles. Ellos hoy existen, no viven, esperando un mendrugo de pan de los gobernantes.
Manuel J. Gamarra, para emigrar del Perú, tuvo que solicitar el permiso del Obispo de Huaral; concedido tuvo que viajar después de haber servido al Perú, por espacio de 47 años. Se refugió en Puerto Rico donde el Cardenal Luis Aponte Martínez le dio la bienvenida y le permitió pertenecer al clero diocesano, posteriormente lo acogió el Arzobispo de San Juan, Monseñor Roberto Gonzáles Nieves. Allí sirvió a Dios hasta el año del 2009.
Se retiró al Hogar Santa Teresa Jornet donde pasó sus últimos días, plácidamente celebrando misa los sábados para los feligreses en la Capilla de Santa Rosalía, Río Piedras.Cumplida su misión en la tierra, Cristo lo llamó a su reino, escalando a la eternidad el 12 marzo del 2010, fecha elegida por el Señor. Al saber el deceso su hermana menor Irma, dice en una carta: “Con el corazón lacerado de dolor, partido en mil pedazos, vuelve abrirse otra herida en mi alma, y las lágrimas brotan de mis ojos a pesar que hago esfuerzos por mantenerme firme. ¡Qué hacer en estos momentos!! ¡Sólo queda refugiarme en el Señor! Manuelito es otro ángel que voló al cielo, así estaremos más protegidos. Fue el hermano amoroso que nos cuidaba con amor paternal.
Un sacerdote, con sus palabras nos acercaba al paraíso” Así con estas adoloridas frases fue despedido de la vida terrenal.
Ese día las campanas tañeron tristemente en Huangáscar, Víñac, Huaral y Chancay, signo inequívoco que habían perdido un hijo predilecto.
Su obra, “El cazador y el puma”, publicada póstumamente por sus hermanas menores, Teófila y Feliza Consuelo Gamarra Cortijo. Es un libro dramático, real, narrado didácticamente por el autor en primera persona, hechos inverosímiles que le sucedió al perseguir y dar muerte a un puma por las punas de “Chucurí”, estancia de unos pastores, en la zona sur de la provincia de Yauyos.
Por Manuel Madueño.